Los
presocráticos (VII y VI a.C.) entendían la definición del mundo
como un todo ordenado y gobernado por una sola ley, siendo este el
principio de todas las cosas.
Pitágoras
(VI a.C.) es quien estrecha vínculo entre la cosmología, las
matemáticas, la ciencia natural y la estética. Es el primero que
sostiene que el principio de todas las cosas es el número; y con él,
nace una visión estético-matemática del universo.
Dos siglos
más tarde (IV a.C.), Policleto realiza una estatua que será
considerada más adelante el canon (proporción correcta), teniendo
todas las partes que adaptarse recíprocamente según relaciones
proporcionales del cuerpo.
Esta idea
de belleza y proporción se desarrolla a lo largo de toda la
antigüedad y se transmite en la Edad Media, siendo en esta lo
espiritual símbolo de belleza.
A lo largo
del tiempo, han habido diferentes ideales de proporción. En el siglo
IX, en la música se empiezan a escuchar dos voces con líneas
melódicas propias hasta llegar, en el siglo XII, a la polifonía. En
cambio, en la literatura se habla de proporción como conveniencia
cualitativa.
La armonía
no es la ausencia de contrastes, sino equilibrio. Así dos entidades
opuestas que se neutralizan mutuamente y se vuelven armónicas porque
se contraponen convirtiéndose en simetría. De ese modo, las cosas
feas se componen por proporción y contraste en la armonía del
mundo.
Podemos ver
que las armonías aritméticas corresponden también en armonías
geométricas. Por ello, en la arquitectura, cada número tiene un
significado diferente ya sea geometricamente o aritméticamente. El
cuatro es sinónimo de fuerza, justicia y solidez, mientras que el
tres se entiende como símbolo de igualdad perfecta. El cinco son las
esencias de las cosas y los géneros vivos.
Lo
siniestro
Existen diferentes
definiciones de siniestro según quien las proponga:
Según Schelling, es
aquello que debería haber permanecido oculto y que ha salido a la
luz.
Según Freud, es la
antítesis de todo lo que es confortable y tranquilo, un regreso
de la represión (algo olvidado
que emerge de nuevo).
A
partir de la segunda mitad del siglo XIX, se cambió la novela gótica
por la incertidumbre intelectual entre lo real y lo imaginado. Roger
Caillois, dentro de la definición de siniestro, diferencia lo
maravilloso
(aceptación de cosas sobrenaturales en algunas culturas) de lo
fantástico (cosas
sobrenaturales no aceptadas, ya no se cree en los milagros y se tiene
que explicar todo según las leyes de la naturaleza).
Las cosas que se
consideran feas de situación son las que individualmente no
nos generan ninguna emoción negativa, pero en el contexto en el que
se encuentran no podemos explicarla o nos resulta angustiosa.
Hay
escritos siniestros de diferentes temáticas: muertos que siguen
vivos, personajes malignos que torturan y matan, personas con alguna
anomalía física, angustia por lo que no es conocido, vampiros,
brujas, fantasmas, mutaciones, etc.
Los
cuentos, como los de Angela Carter o Isabel Allende, suelen estar
llenos de horrores y nos remiten a ellos como momentos terroríficos,
siendo capaces de provocar pesadillas y traumas infantiles.


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